Cuando amamos el todo desaparece.
Un detalle es un signo, una oportunidad.
La nada fluye hasta desaparecer.
Y hay un abismo al que sí se puede saltar.
Descender para ascender.
Y volar.
Cuando amamos cada instante es único y conlleva una intención.
El diálogo es claro, íntimo.
Una compañía que no deja de ser. Y creer.
Cuando amamos cada inspiración es un impulso.
Un llamado a vivir, sintiendo las pulsaciones
y latidos de la vida, la maravillosa verdad de saberse unidos y el místico delirio de la muerte de la soledad
y de los miedos.
Cuando amamos el alma alcanza el infinito.
Y es infinita.

Olga Maria Sain
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