Los grandes

Admiro a los que ungidos en la frente
por soberanos labios
buscaron en soberbios horizontes
luz de genio, fulgores de relámpagos.
Admiro a los rebeldes que, entre angustias,
mordido el pecho por dolor amargo,
pensando en los que gimen y lloran
los unen con palabras de amor santo.
Admiro a los malditos redimidos
por los cristos; a los parias traicionados
y que, por una ley brutal e injusta,
viven en el destierro sollozando.
Admiro a los recuerdos de aquél tiempo
sublime en sus delirios de entusiasmo
y admiro a los que fueron al martirio
con flores de sonrisas en los labios.
Pero mi corazón llanto de sangre
derrama por los grandes ignorados,
esos grandes son todos los hambrientos,
esos grandes son todos los esclavos,
que ni perdón ni momentánea tregua
pudieron alcanzar de sus hermanos,
y aunque sufrieron golpes y desprecios
¡ jamás, jamás odiaron !
Que miraron granar el rubio trigo
para otros hombres en el fértil campo
y sintieron del hambre las torturas
¡ y no han robado !
Que, aunque bebieron hiel y recibieron
en el rostro los viles latigazos
de la justicia ciega y prepotente
¡ nunca han matado !
Que soportaron lluvias y tormentas
en el olvido, sobre el sucio fango
sin sol, sin pan, sin luz y sin abrigo
y han tenido su fe, la han mantenido.
Que un mezquino jergón de paja infecta
para dormir tuvieron y encontraron
un hospital donde morir muy solos
¡ y han muerto amando !

Olga Maria Sain
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