Me despojé de mis temores para anclar en tus manos
tranquilicé mis miedos con tu boca en la mía,
mientras envolvías mi cintura con tus brazos
y junto al mar nos amamos arrullados con su dulce melodía.
Dormí entre tus fuertes piernas,
me convertiste en estrella,
en reina, en sirena, en canto, en poesía.

El brillo de tus ojos de pronto se esfumó,
no hubo más danzas de cuerpos,
ni brasas, ni playas testigo
de un amor pequeñito y un olvido gigante
por donde hoy camino sola
acompañada de mis pasos sin destino.

Olga Maria Sain
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