Perdida estoy, extraviada,
marinera sin brújula entre nieblas,
como un gorrión que caído del nido de un árbol
sobre el asfalto gris se desconcierta;

Desorientada como hoja de otoño
desprendida del árbol, que aletea y se resiste
al abrazo mortal, único y postrero
que le brinda la tierra.

Si desde mi interior una llama se encendiese,
se incendiaría mi ser, como ardió antes;
si me naciesen alas de gaviotas oceánicas,
podría afrontar el vuelo a lo más alto
con la seguridad casi certeza
de alguna persona que me espere.

No sería la muerte motivo del quebranto,
pues no es dolor morir, cumplido el tiempo
si se muere esperando, sino vivir en la desesperanza
sumida en las tinieblas. Y no amando.

Olga Maria Sain
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