Mi mayor deseo era tenerlo sentado a mi lado.
Solamente un minuto.
Sin hablar.
Lo suficientemente cerca para ver
subir y bajar su pecho al respirar, sentir su aliento.
Eso habría bastado para averiguar si a él también,
en mi presencia, le explotaba el corazón.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
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