Nuestra sangre se acumula, late
y en los abismos de los cuerpos los dos somos uno.
Todo y nada.
Blanco y negro
Tú y Yo.
Tenemos manos, bocas, lenguas, sabores, sudores.
para crear un disturbio con forma de deseo,
en un vórtice de sobrevivir al hambre
de la noche que antecede al alba.
Y hambrientos, ardientes, bruscos, ahítos de vida,
devoramos nuestras pieles a mordiscos furtivos.
Se derrite el poema entre fluidos y gemidos
entre la carne y el alma.
Entre tu ser y el mío no hay espacios, ni reparos, ni dudas.
Solo fuego en los ojos, en la piel, en el alma.

Olga Maria Sain
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